jueves, 6 de marzo de 2014

No puede ser

Una ventana emergente apareció en la pantalla: “Tienes un correo nuevo”. Automáticamente puso la mano en el mouse. Hacer eso ya le resultaba inevitable, era como la respuesta a un estímulo, un reflejo que no se controla. Incluso si hubiera sido consciente y hubiera resistido el movimiento, tarde o temprano, solo por curiosidad, lo habría abierto. No era nada, un correo vacío. Cerró la ventana y empujó la silla hacía atrás. Se sentía como un niño jugando con los rodachines. Era lo único que le faltaba para completar su pequeño pero enorme castillo: una oficina poco común, con sólo tres paredes, formando un triángulo, una de ellas con una enorme ventana y una gran vista desde el piso 13. Se levantó, salió de la oficina de sistemas, pasó por un lado de contabilidad y entró al baño. Antes de salir se lavó las manos y la cara. Al detallarse en el espejo vio que había pasado de nuevo. Se preguntó porqué seguía usando esa camisa blanca si estaba demostrado que siempre pasaba lo mismo, siempre derramaba algo. Al seguir la dirección de la mancha vio que algunas gotas de chocolate habían alcanzado el pantalón, al menos éste era de color oscuro y no se notaban mucho. Limpió un poco la camisa, sin quitársela, con un poco del jabón para manos del dispensador. Se arregló el cabello que, aunque siempre con un buen corte y bien peinado, tenía el mismo mechón en acto de rebeldía.

Cuando salió, el ambiente había cambiado completamente. Sus compañeros parecían asustados, o al menos alterados. Algo pasaba.

—¿Dónde está Giovany? —La pregunta venía desde la puerta de su oficina.

—¿Qué pasa? —Le respondió a su jefe.

—No sé, el programa no funciona.

Al ingresar nuevamente a su terreno quedó casi paralizado cuando vio la luz roja parpadeando en el panel frontal del servidor que había sobre su escritorio lleno de papeles. No podía ser: un virus.

GIOVANY

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