domingo, 6 de julio de 2014

Delirio VII

Bien, ahora lo entiendo: yo tengo que ir donde tú estás, porque tú no puedes venir donde yo estoy. Por eso apareciste en mis sueños, porque era la única manera de comunicarte conmigo. Voy a hacer lo que sea necesario, pero tengo que hacerlo pronto, antes de que llegue el cerrajero y abra la puerta. Recorro todos los cuartos del apartamento buscando una manera de hacerlo. No encuentro nada. Hay cuchillos en la cocina, pero no sé cuánto tiempo tarda un hombre en desangrarse. Tal vez el gas, si abro todas las llaves de la estufa podría asfixiarme, pero suena muy lento. ¿Y si lo hago explotar? No, no quiero lastimar a nadie afuera de la puerta. ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo hago? Empiezo a desesperarme de nuevo. Me siento en el sofá de la sala, frente al balcón, para pensar… El balcón ¡Eso es! ¡El balcón! Vivir en un piso 14 tiene sus ventajas. Me paro sobre la baranda aguantando el equilibrio. ¡Wow! Definitivamente una cosa es pensarlo y otra muy diferente es hacerlo. Pero no te preocupes, lo haré. El mundo de verdad se ve pequeño dese aquí. Oigo a una mujer gritar. Es una vecina, está en el parqueadero señalándome. Veo a uno de los vigilantes correr hacía ella mientras voltea a mirar lo que le está señalando, mientras voltea a mirarme a mí. Respiro profundo. Cuento: Uno… La puerta del apartamento se abre. El cerrajero lo hizo. Dos… Los oigo gritar mi nombre detrás de mí y cierro mis ojos. Tres… Ahí voy… Estoy volando… Estoy cayendo.

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