domingo, 24 de febrero de 2013

Y decidí ser valiente (Tercera parte)


Pero no pude ni siquiera dar el primer paso. Había algo que no me dejaba mover. Me quedé muy quieto. Respiré despacio. Cerré mis ojos y los abrí de nuevo. Volví a intentarlo… Nada. No podía moverme de ese punto. Era como si algo me estuviese amarrando, como si estuviese atado con un “lazo invisible”. No me tomó mucho para darme cuenta de lo que era: Miedo. Entonces fui totalmente consciente de que estaba perdido. Me acurruqué, abracé mis piernas, puse mi cara en mis rodillas y lloré de nuevo. Creo que lloré mucho más fuerte y por más tiempo que la primera vez. ¿Qué más podía hacer? No quería hacer nada más. ¿Para qué salir de allí? ¿Para qué volver al mundo? Había perdido lo que más amaba. Había perdido lo que le daba razón a mi vida. No sería capaz de seguir. Entonces supe lo que quería: Morir.

No sé que hay después de la muerte. Algunos hablan de la vida eterna, otros de la resurrección, del cielo y el infierno o simplemente del fin de la existencia. Pero, lo que sea, estaba seguro de que no podía ser peor de lo que estaba viviendo en ese momento. No podía seguir soportando tanto dolor, tanta ira ni tanto miedo. Quería que todo terminara ya y la única solución que se me ocurría era la muerte. Pero ¿Cómo? ¿Cómo morir? Creo que hasta tenía miedo de eso, pero era la única solución posible. Una frase llegó a mi  mente más por costumbre que por convencimiento: “Dios mío, ayúdame”. No tuve que decirla, sólo pensarla y me habló de nuevo.

- Aquí estoy.
- Ayúdame, por favor, ayúdame –Ni siquiera le pedí disculpas por haberlo despreciado antes. Estaba demasiado concentrado en el dolor, en la ira y en el miedo.
- Por supuesto que voy a ayudarte. Lo primero que vamos a hacer es…
- Quiero que me mates –Lo interrumpí. Ya lo dije, no es fácil dejar de ser arrogante. Yo tenía muy claro lo que quería, o al menos eso pensaba.
- ¿Que te mate? –Parecía sorprendido.
- Sí. Llévame contigo.
- Bueno, esas son dos cosas muy distintas. No puedo llevarte conmigo más de lo que ya te llevo. Quiero decir, siempre estás conmigo y yo siempre estoy contigo. No hay un lugar específico donde llevarte conmigo. Yo estoy en todas partes, así que siempre estamos juntos. Algunas veces no te percatas de mi presencia, pero te aseguro que siempre estoy ahí. Por eso “llevarte conmigo” es algo que no tiene sentido si siempre estamos juntos sin importar a donde vayas. Incluso aquí donde estás en este momento también estoy yo. Y matar es algo que yo no hago. La gran mayoría de las personas no logran captar la maravillosa naturaleza de la muerte. Han intentado entenderla desde siempre, pero aún la siguen viendo como un suceso de tragedia y dolor y cuando la ven de otra forma generalmente tampoco la entienden bien. No pretendo menospreciar nada de lo que he hecho, pero la muerte es una de mis creaciones más maravillosas y aún así te aseguro que no es la solución que buscas, no es la solución que realmente necesitas.

<<Más sermones>> -Pensé. Pero por algún motivo, tal vez por lo cansado que estaba, por lo adolorido, por lo asustado o tal vez porque esta vez fui capaz de sentir en su voz que de verdad quería ayudarme, no quise protestar.

- No veo otra solución. –Respondí, esta vez con respeto.
- Es cierto, no la ves. Esas emociones que estás experimentando están diseñadas para eso. La ira, el dolor y el miedo se encargan de distraerte tanto que pierdes de vista el camino y cuando quieres volver a él ya no logras encontrarlo. Y déjame decirte que hacen un excelente trabajo.
- ¿Estás diciéndome que sí hay otra solución?
- Sí, sí la hay. Y el tiempo que tardes en encontrarla depende de ti y únicamente de ti.
- ¿De mí? Está bien. Enséñamela.
- Si te la enseño no la estarías encontrando, además, si simplemente te la doy no lograrías apreciarla lo suficiente. Recuerda que antes te dije que muchas veces lo importante no es la respuesta en sí sino lo que hay que hacer para encontrarla y aún más para entenderla.
- Pero, de verdad quiero encontrarla –Poco a poco sentía más esperanza. Antes no me percaté, pero estaba hablando con el Ser Supremo. ¿Quién podría ayudarme mejor que Él?
- Sí, puedo ver tu enorme deseo. Saldrás de aquí tarde o temprano, como te dije, eso depende de ti. Y voy a estar contigo en cada paso del camino, voy a indicarte por donde caminar, pero tú tendrás que andar tus propios pasos.
- Pensé que ibas a llevarme en tus brazos y… Bueno, ya sabes, todo eso que dicen: “entrégale tus preocupaciones a Dios”, “en verdes praderas me hará pastar” y cosas así.
- Oh, yo no voy a cargarte. Yo no cargo a nadie. Pero siempre camino a tu lado. No te cargaré, pero sí te animaré, sí te ayudaré a encontrar el valor que necesites. Yo no resolveré tus problemas, tienes que resolverlos tú. Entregarme tus problemas es como hacer trampa en un examen, puede que lo pases, pero no te servirá de nada.
- Estoy confundido. Esto suena demasiado difícil.
- Eso me parece muy bien.
- ¿Sí?
- Sí, me parece espectacular, porque hace sólo un momento no pensabas que fuera difícil, hace un momento pensabas que era imposible, tanto así que querías morir. Eso quiere decir que ya has dado el primer paso.
- ¿Ya di el primer paso?
- Sí, ya lo has hecho, y lo hiciste sin darte cuenta.
- Pero si lo único que hecho es hablar contigo y escuchar lo que dices.
- Exactamente.

Estoy seguro de que no fueron impresiones mías. La ira, el dolor y el miedo disminuyeron drásticamente.

- Yo siempre te estoy hablando, siempre. –Continuó- Sólo que no siempre me escuchas. Para ser honestos, casi nunca lo haces.
- Sí, es cierto. –En ese momento me sentí avergonzado- No voy mucho a las iglesias.
- No es a eso a lo que me refiero y tú lo sabes. Me refiero a mí hablando dentro de ti. Es algo que ustedes llaman “conciencia”.

Me quedé callado por un momento. Esto era asombroso. Sé que para muchas personas no es algo nuevo, pero para mí sí lo era. Dios siempre me había hablado. Desde que tengo memoria y casi nunca lo escuché. Sentí vergüenza.

- Lo siento mucho, de verdad. Es qué algunas veces…
- Tranquilo –Me interrumpió- No trates de justificarte. No es necesario. Yo te conozco. Y por ahora vamos a ocuparnos de este momento. Justo ahora no importa nada más. ¿De acuerdo? –Me estaba preguntado si estaba de acuerdo. ¿Qué otra cosa podía responder?
- Sí, claro que sí.
- Muy bien –Sonrió. Eso creo- Entonces salgamos de aquí. Voy indicarte paso a paso lo que debes hacer.

CONTINUARÁ...

2 comentarios: