jueves, 22 de enero de 2015

Delirio

Delirio I

Tu aroma me sorprende cuando menos lo espero, volteo buscándote con la mirada y el aroma desaparece. He visitado tiendas de perfumes, pero ninguno huele a ti. He visto tu sombra perderse volteando en las esquinas, corro para alcanzarte y obviamente ya no estás. Tu nombre aparece cifrado e indescifrable cuando leo, cuando escucho y cuando hablo. He soñado contigo muchas veces más de las que me gusta admitir. Casi nunca logro distinguir si son sueños hermosos o terribles pesadillas, pero siempre estás en ellos. He intentado dibujarte con líneas y con palabras, pero al final el papel siempre sigue en blanco. Sostengo miradas, pero ninguna es la tuya, creo que lo sabría. No sé si te recuerdo o te invento, pero estoy seguro de que estás ahí, en la multitud, tal vez esperando que te encuentre, tal vez escondiéndote para que no lo haga. Es difícil encontrar algo cuando no se sabe qué es lo que se busca. Por eso ya no te busco. Pero algún día sabré quién eres. Y tal vez entonces, igual que ahora, no sepa que hacer.

 

Delirio II

Mi teléfono celular sonó —un tono suave y corto—, llegó un mensaje de texto y en él estaba escrito tu nombre. Desperté bañado en sudor por el calor que me provocas y al mismo tiempo temblando de frío por el miedo que te tengo. Te sentí cerca. ¿Estuviste aquí? Te busqué en cada habitación, incluso me asomé al balcón. Qué iluso, creyendo que te encontraría así de fácil. ¿Cuál era el nombre en el mensaje? Cierro mis ojos e intento recordar, pero todo se pone borroso  en el momento en que miro la pantalla. ¡Maldita mi mala memoria a corto plazo! Creo que esto te divierte. Te imagino, sin conocer tu cara, con una sonrisa maliciosa mientras crece mi desespero por no saber quién eres. Sí, lo acepto, te tengo miedo, si es que acaso no lo sabías ya. Pero debes saber algo más: yo enfrento mis miedos.

 

Delirio III

Un compañero del trabajo me encontró tirado en el suelo del baño de la oficina. Me sacudió, y logró despertarme. No pude responder a sus preguntas sobre lo que me había sucedido porque no lograba recordar nada. Nunca antes me había desmayado y no quiero que me ocurra de nuevo, la sensación al despertar es terrible: todo da vueltas, la cabeza duele, el cuerpo responde a duras penas y el hormigueo en el cuerpo es fastidioso. Pero algo me dice que no será la última vez. Después de varios vasos de agua, que aliviaron la sequedad de mi garganta, logré ordenar mis pensamientos poco a poco e intenté recordar: Estaba lavando mis manos, creo que silbaba, y noté un olor. Hice silencio de inmediato, reconocí el aroma inmediatamente, levanté la mirada al espejo sobre el lavabo y estabas ahí, de pie detrás de mí. Pero no logro ver tu cara y la cabeza me duele cuando intento recordarla. No logro recordar ningún detalle: tu cabello, tu piel, tus ojos, el color de tu ropa. Dijiste mi nombre y caí al suelo. ¿Quién eres?

 

Delirio IV

Tuve una semana libre del trabajo por incapacidad médica. El doctor me prescribió unas pastillas para dormir. Me ayudan un poco, no mucho. Sigo despertando en mitad de la noche. El sueño se repite: el mensaje de texto llega, pero no puedo leer tu nombre y ahora, también en el sueño, te veo en el espejo del baño, pero no puedo ver tu cara. Y al despertar el aire huele a ti. He pensado en tomar una o dos pastillas más, pero el médico dijo que no debía abusar. Creo que la semana libre no fue una buena idea. “Mucho reposo” fue la recomendación del galeno. Dice que es estrés, la enfermedad de moda. Pero esto de descansar sin hacer nada me ha sentado peor. Las paredes de mi apartamento están tapizadas con dibujos que hago de ti, de lo que vi en el espejo. Hojas de papel, de todos los tamaños y de varios colores, unas sobre otras, contienen la misma cabeza sin rostro que me dejó sin sentido en el baño de la oficina. Lo único que he hecho esta semana ha sido dibujar tu cabello, tus orejas, tu mentón, tu cuello y un par de hombros. Hay alguien tocando la puerta. ¿Eres tú?

 

Delirio V

Recuerdo que abrí la puerta y que estabas ahí, de pie, dándome la espalda. Luego desperté en mi cama, con un fuerte dolor de cabeza, sin saber cómo llegué allí. Me palpo, pero no siento ningún golpe. El teléfono no para de sonar, el real, no el del sueño. La gente se preocupa por mí. Sé que eso debería alegrarme, pero sólo logro pensar en lo desesperante que resulta el constante repicar del teléfono. Mi madre insiste en que tome vacaciones y que vaya a visitarle, que allá me cuidará, pero no me voy a ir de aquí, al menos hasta que sepa quién eres. Ahí está el teléfono sonando de nuevo. ¡No lo soporto más! Lo cojo con rabia, le arranco el cable, y lo lanzo por la ventana. Acá estoy... Esperándote.

 

Delirio VI

Hace casi una semana que no me baño, ¿para qué hacerlo? Apesto a mugre, sudor y cigarrillos. No he comido en cuatro días. Hay comida en el refrigerador, pero, simplemente, no me provoca. En cuanto a dormir, ahora mis pesadillas son no soñar contigo. Tan pronto me doy cuenta de que no estás en mi sueño despierto enfurecido y luego no logro volver a dormir. ¿Fue éste tu plan desde el comienzo? ¿Despertar en mí la intriga y dejar que me hundiera en ella? Hay gente tocando a la puerta, los escucho llamarme desde afuera. Creo que reconozco las voces de mis padres y mis hermanas. Creo que también hay un par de amigos y tal vez mi ex-esposa. Creo que están hablando de conseguir un cerrajero que abra la puerta. Siguen golpeando. Me hacen recordar una canción de mi juventud: Knocking on heaven’s door, de Guns ‘N Roses —Tocando a la puerta del cielo—. Entonces lo entiendo de repente. ¡Por supuesto! No eres de este mundo, ¿verdad? No eres de esta vida. Vienes de más allá. Es por eso que no puedo verte, es por eso que sólo apareces en sueños. Si quiero verte tengo que ir allí donde estás, porque tú no puedes venir aquí. ¡Ya lo entiendo!

 

Delirio VII

Bien, ahora lo entiendo: yo tengo que ir donde tú estás, porque tú no puedes venir donde yo estoy. Por eso apareciste en mis sueños, porque era la única manera de comunicarte conmigo. Voy a hacer lo que sea necesario, pero tengo que hacerlo pronto, antes de que llegue el cerrajero y abra la puerta. Recorro todos los cuartos del apartamento buscando una manera de hacerlo. No encuentro nada. Hay cuchillos en la cocina, pero no sé cuánto tiempo tarda un hombre en desangrarse. Tal vez el gas, si abro todas las llaves de la estufa podría asfixiarme, pero suena muy lento. ¿Y si lo hago explotar? No, no quiero lastimar a nadie afuera de la puerta. ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo hago? Empiezo a desesperarme de nuevo. Me siento en el sofá de la sala, frente al balcón, para pensar… El balcón ¡Eso es! ¡El balcón! Vivir en un piso 14 tiene sus ventajas. Me paro sobre la baranda aguantando el equilibrio. ¡Wow! Definitivamente una cosa es pensarlo y otra muy diferente es hacerlo. Pero no te preocupes, lo haré. El mundo de verdad se ve pequeño dese aquí. Oigo a una mujer gritar. Es una vecina, está en el parqueadero señalándome. Veo a uno de los vigilantes correr hacía ella mientras voltea a mirar lo que le está señalando, mientras voltea a mirarme a mí. Respiro profundo. Cuento: Uno… La puerta del apartamento se abre. El cerrajero lo hizo. Dos… Los oigo gritar mi nombre detrás de mí y cierro mis ojos. Tres… Ahí voy… Estoy volando… Estoy cayendo.

 

Delirio VIII

¡Al fin! Estoy sentado junto a ti. No puedo creer tu belleza, tu hermosura es tan grande que jamás habría podido imaginarla. Aquí todo es diferente, no hay cuerpos, sólo almas y esa es la belleza que debería admirarse en el mundo: la belleza de las almas, no la de los cuerpos. La humanidad sería mejor si lograra hacerlo. Mi alma parece un poco descuidada, pero confío en ti cuando me dices que me enseñarás a mejorarla. Pienso en las personas que dejé atrás para venir aquí, me has permitido mirarlas un par de veces y los he visto llorando. Me gustaría que supieran que cuando se llega a este lugar lo único que puede sentirse es felicidad y tranquilidad, si supieran eso probablemente no llorarían tanto. Quisiera traerlos acá para que lo sientan, pero, como dices tú, todos tienen su propio tiempo. Te pones de pie y extiendes tu mano invitándome a caminar contigo. Por supuesto, de ahora en adelante siempre caminaré contigo.

 

Delirio IX

En un periódico local:

 

En la tarde de ayer, en un edificio de apartamentos al sur de la ciudad, un hombre de 36 años se quitó la vida lanzándose desde el balcón de su apartamento en el piso 14. Sus familiares, que por el momento piden reserva de su identidad, informaron estar muy sorprendidos y afectados por lo sucedido, pues su allegado se caracterizaba por ser una persona alegre y activa, de buenos modales y hábitos saludables. Sin embargo, desde hacía algunas semanas  parecía estar alterado emocionalmente y permanecía encerrado en su apartamento sin atender las llamadas y visitas de sus familiares y amigos. Las autoridades investigan para identificar los móviles que pudieron llevarlo a cometer este acto.

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