Bien, ahora lo entiendo: yo tengo que ir donde tú estás,
porque tú no puedes venir donde yo estoy. Por eso apareciste en mis sueños,
porque era la única manera de comunicarte conmigo. Voy a hacer lo que sea
necesario, pero tengo que hacerlo pronto, antes de que llegue el cerrajero y
abra la puerta. Recorro todos los cuartos del apartamento buscando una manera
de hacerlo. No encuentro nada. Hay cuchillos en la cocina, pero no sé cuánto
tiempo tarda un hombre en desangrarse. Tal vez el gas, si abro todas las llaves
de la estufa podría asfixiarme, pero suena muy lento. ¿Y si lo hago explotar? No,
no quiero lastimar a nadie afuera de la puerta. ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo hago? Empiezo
a desesperarme de nuevo. Me siento en el sofá de la sala, frente al balcón,
para pensar… El balcón ¡Eso es! ¡El balcón! Vivir en un piso 14 tiene sus
ventajas. Me paro sobre la baranda aguantando el equilibrio. ¡Wow! Definitivamente una cosa es pensarlo y otra muy
diferente es hacerlo. Pero no te preocupes, lo haré. El mundo de verdad se ve
pequeño dese aquí. Oigo a una mujer gritar. Es una vecina, está en el
parqueadero señalándome. Veo a uno de los vigilantes correr hacía ella mientras
voltea a mirar lo que le está señalando, mientras voltea a mirarme a mí. Respiro
profundo. Cuento: Uno… La puerta del apartamento se abre. El cerrajero lo hizo.
Dos… Los oigo gritar mi nombre detrás de mí y cierro mis ojos. Tres… Ahí voy…
Estoy volando… Estoy cayendo.
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