Mi teléfono
celular sonó —un tono suave y corto—, llegó un mensaje de texto y en él estaba
escrito tu nombre. Desperté bañado en sudor por el calor que me provocas y al
mismo tiempo temblando de frío por el miedo que te tengo. Te sentí cerca. ¿Estuviste
aquí? Te busqué en cada habitación, incluso me asomé al balcón. Qué iluso,
creyendo que te encontraría así de fácil. ¿Cuál era el nombre en el mensaje? Cierro
mis ojos e intento recordar, pero todo se pone borroso en el momento en que miro la pantalla. ¡Maldita
mi mala memoria a corto plazo! Creo que esto te divierte. Te imagino, sin
conocer tu cara, con una sonrisa maliciosa mientras crece mi desespero por no
saber quién eres. Sí, lo acepto, te tengo miedo, si es que acaso no lo sabías
ya. Pero debes saber algo más: yo enfrento mis miedos.
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